Fotografía por Shane Folkertsma
En apoyo a nuestros párrocos
Todas las vocaciones son santas. Vienen de Dios. Las vocaciones nacen de la Iglesia viva de Dios y, como Cristo nunca abandonará a su Iglesia, ¡siempre estarán con nosotros! Aunque tal vez en menor cantidad que en décadas anteriores, los santos sacerdotes y matrimonios bendecidos de hoy llevarán adelante a la Iglesia y la sociedad para las generaciones futuras. La Iglesia siempre será luz para el mundo, aunque pase por períodos de prueba.
Pocas personas entendieron eso tan bien como San Juan Vianney. Jean-Baptiste-Marie Vianney nació en el pequeño pueblo de Dardilly, Francia, en 1786, en el seno de una familia de agricultores. La suya era una familia campesina pobre con pocas posesiones. Pero él y su familia sabían que, aunque fueran pequeños en número y con recursos limitados, siempre podrían ayudar a otras personas en situación de pobreza. Así como toda la Iglesia nació y se extendió con el compromiso y sacrificio de solo 12 Apóstoles, Juan trataría de ampliar y extender tanto la obra como el amor de Dios con su propia vida.
Juan se crio cuando la Iglesia en Francia sufría una tremenda persecución. El anticlericalismo proliferaba como parte del Gran Terror, los sacerdotes estaban siendo ejecutados y desterrados. La Iglesia estaba pasando por un período oscuro que inspiró a Juan. Vio a los sacerdotes, pocos en número pero fuertes y santos, como héroes. Quizás por eso es el patrón de los párrocos.
Ordenado sacerdote en la ciudad de Ars, Francia, Juan se dispuso a santificar su vocación permaneciendo alegre y jovial, a pesar de una vida de sacrificio y mortificación. Su reputación creció tanto como párroco como confesor, y los peregrinos viajaban de toda Francia para acudir a él para el sacramento de la reconciliación. ¡Pasaba hasta 16 horas al día en el confesionario!
Juan Vianney murió el 4 de agosto de 1859, a los 73 años, y fue canonizado por el Papa Pío XI, en 1925. Es un ejemplo de alguien que creía que incluso unas pocas vocaciones vividas con pasión, amor y sacrificio pueden sacar a la Iglesia de los momentos más difíciles.
Salade Lyonnaise es un platode renombre en la parte de Francia donde vivió San Juan Vianney. Su combinación de ingredientes simples le da un gran atractivo, por lo que se puede encontrar en todo el país, desde la cafetería de barrio hasta el bistró de lujo. Disfrute de esta deliciosa receta en memoria de San Juan, el día de su fiesta, mientras pedimos su intercesión en nuestras oraciones por un aumento en las vocaciones al sacerdocio, que él tanto apreciaba.
Salade Lyonnaise
- 1 cucharada de mantequilla
- baguette francesa (cortada por la mitad)
- 4-5 tazas de frisée rasgado (escarola rizada)
- 2 cucharadas de aceite de oliva extra virgen
- Aproximadamente ½ libra de tocino cortado en cubos de ½ pulgada
- 1 chalote picado
- 3-4 cucharadas de vinagre de jerez
- 1 cucharada llena de mostaza Dijon
- 4 huevos
- Sal y pimienta negra molida al gusto
Haz los picatostes: corta la mitad de una baguette francesa en cubos. Calentar la cucharada de mantequilla en la sartén. Tostar a fuego medio-alto hasta que estén ligeramente doradas. Añadir una pizca de sal, remover y dejar a un lado.
Saltear el tocino en cubos en aceite de oliva hasta que esté crujiente. Dejando los jugos en la sartén, retira el tocino y colócalo en un plato forrado con toallas de papel. Agrega la chalota a la misma sartén y cocina durante 1-2 minutos. Añade vinagre y mostaza Dijon y cocinar hasta que hierva y los chalotes estén ligeramente blandos. Retirar del fuego y poner a un lado.
Escalfa los huevos durante 3-5 minutos en agua hirviendo (con sal) y retíralos con cuidado con una espumadera. Colócalos a un lado en un plato.
Mezcla el aderezo tibio de la sartén con las verduras frisée. Cubre con picatostes, cubos de tocino y huevo escalfado (en el centro). Agrega un poco de sal y pimienta molida sobre el huevo y la ensalada. Servir con la baguette rebanada restante.
Michelle Sessions DiFranco es diseñadora y madre ocupada de tres hijos.